Una de las cosas más difíciles de las relaciones
es saber exactamente que quiere el otro de vos o con vos. Cuando alguien te
trata mal te preguntas por qué ¿Qué quiere de mí? O cuando alguien te trata muy
bien ya desconfías ¿Qué quiere en realidad? Cuando la limosna es grande hasta
el santo desconfía ¿De que desconfía el santo? De las intenciones del que da
las limosnas. Nunca se
puede estar seguro de que es lo que quiere el otro y esa incertidumbre genera
una especie de angustia. Y como esa duda nos genera angustia
empezamos nosotros a dar respuestas y tratar de adivinar que quiere el otro en
realidad. Asumimos y presumimos, damos una respuesta rápida y avanzamos,
tal vez nos equivocamos pero ya no tenemos la angustia de no saber que quieren
de nosotros. Angustia mucho no saber que quiere el otro de vos, te inquieta, te
perturba. Por eso nos
volvemos desconfiados, nos ponemos a la defensiva, asumimos siempre que las
intenciones del otro no son buenas. Nunca podemos saber que quiere el
otro o por qué nos quiere, eso es un eterno misterio ¿Por qué
siempre caemos en la trampa de dar respuestas apresuradas? El bello
siente que lo quieren solo por su belleza, el rico por su riqueza, el poderoso
por su poder ¿Por qué pensamos tan mal del otro? El otro, sus
intenciones siempre son una amenaza para nosotros ¿Por qué? Pero si dejáramos
de adivinar y le diéramos la chance al otro de demostrarnos que siente, que
quiere y por qué nos quiere tal vez nos sorprenderíamos. Si soportáramos esa
angustia de no saber que quieren de nosotros tal vez algo nuevo podría llegar a
nuestra vida. Si pudiéramos dejarnos atravesar por el deseo del otro, dejar que
quieran algo, que nos quieran, dejar que pretendan cosas de nosotros porque eso
es existir. El deseo del otro nos atemoriza, sentimos que
quiere arrebatarnos algo muy preciado. ¿Pero no es eso en definitiva lo que
anhelamos? Que nos quieran por lo que somos, por lo que tenemos, por eso que
nos hace únicos. ¿Qué quiere el otro de mí? No sé, me quiere por las razones
que sea, me quiere. ¿Tanto cuesta hacerse cargo de eso? Tocar tu corazón. Tal vez eso es
lo que quiere el otro cuando quiere algo de vos.