La base de todo problema, malestar, sensación de no merecer lo bueno... es siempre la falta de amor por uno mismo, el olvido de nuestro auténtica identidad, el rechazo inculcado de nuestro propio yo. De ahí en adelante, nos es muy difícil aceptarnos, pues llevamos dentro esas informaciones ajenas sobre quienes somos. Empezamos a creer en supuestos defectos, creencias que nos hacen caer poco a poco, en la imposibilidad de amarnos y aceptarnos tal como somos. A cada instante nos exigimos ser o alcanzar lo perfecto y si no lo conseguimos, nos auto-prohibimos el sentirnos felices y a gusto. Pero ¿y quién a dicho que debamos de ser perfectos? ¿Acaso conoces a alguien perfecto? Recuerda: “si no te amas a vos mismo como vas a amar a los demás?”