Yo guardo todavía en el corazón tus manías, algunas sin darme cuenta las adopté como mías y a ratos se me escapa un suspiro cuando me encuentro repitiendo lo que aprendí por amor. Mi único consuelo es que
me odias. No me puedes ver y sé que ahora te ríes de mí, de lo loca que según vos estoy. Mi consuelo es que sé que me odias con la misma intensidad con la que me amaste. Y yo... Intenté odiarte y no lo logré. Ya no te amo, ni te extraño. Eres una pieza más de la colección. Un juguete con el cual a veces me entretengo, cuando la tarde se va, el frío empieza a entrar en mi habitación y alegro el final de mi día con lo que ahora me queda.